RSS

Portada creada por Mientras Lees

Portada creada por Mientras Lees

miércoles, 13 de enero de 2010

Capitulo 10: El primer día del resto de mi vida

Cuando levante la mano para tocar el timbre una bandada de culpabilidad me recorrió todo el cuerpo. Todavía podía ver la expresión de felicidad que había puesto mi abuela cuando le dije que había quedado con una amiga a la cual había conocido ayer por la tarde para ver una película. Y en realidad mira donde estaba yo, aterrada delante de la puerta de una casa. Estremeciéndome e incapaz de entrar por miedo a perder lo que queda de normalidad en mi vida.
Respire hondo y presione el timbre. No podía vacilar mas antes de entrar, mi reloj marcaba ya varios minutos sobre las cinco y yo odio llegar tarde. Jane abrió rápidamente la puerta como si hubiera estado con la mano en el picaporte esperando a que llamaran. Cuando la puerta se abrió del todo y pude ver su cara se me formo un nudo en el estomago. Me quede parada, inmóvil. No podía creer que esa fuera Jane. La misma Jane resplandeciente que me había llevado a esa misma casa ayer. Su luz, esa aura especial que la envolvía parecía realmente apagada, sus ojos estaban coronados por profundas medias lunas moradas y su piel se había empalidecido notablemente. Me dieron ganas de gritar, pero aunque hubiese querido no podría ni preguntarle que le había pasado con el nudo que se me había formado en la garganta. Por desgracia soy como un libro abierto y no hizo falta ni preguntar.
-Tranquila, no me pasa nada es solo que esta noche no he dormido demasiado bien.-su voz sonaba tan cansada como su aspecto. Dentro de mi algo me decía que todo eso era culpa mía y solo mía.
Por suerte cuando Jane abrió la puerta del despacho y vi a Max este parecía tan lúcido como ayer. Tal vez la sombra de debajo de sus ojos era un poco más oscura, pero tras haber visto a Jane eso era imperceptible.
Saco una carpeta de uno de los cajones del escritorio de roble en el que estaba sentado mientras Jane cerraba la puerta tras de sí.
-Deja todo lo que te pueda incomodar en esa silla.- me dijo mientras levantaba la vista de la extraña carpeta azul.
-Está bien – lo dije muy bajito, la verdad es que me sentía un poco tonta por no acabar de acostumbrarme a aquellas situaciones. Deje todo lo que podía impedir una perfecta movilidad en aquella silla, la verdad es que no tuve que quitarme casi nada. Vestía unas cómodas sandalias, unos vaqueros simples y una camiseta lisa.
- Bueno ahora que estas lista sígueme, tenemos muchísimo que hacer. - Tras decir esto abrió la puerta y se sumergió en el pasillo. Tuve que apretar un poco el paso para poder alcanzarle. Era sorprendente la vitalidad que tenía aquel hombre, lo cual me hizo pensar en cuantos años tendría realmente. Como iba absorta en mis pensamientos no me di cuenta del rumbo que habíamos tomado hasta que lleguemos al fondo del pasillo. Lo que había allí me hizo pestañear de incredulidad. Nada. No había absolutamente nada, ni siquiera una pequeña puerta que te llevara al exterior. Pero antes de que me diera tiempo a abrir la boca para preguntar Max dio un paso al frente y atravesó la pared. Puse los ojos como platos y di un pequeño bote. La verdad no sabía porque me seguían sorprendiendo ese tipo de cosas cuando yo misma había probado por activa y por pasiva que la magia existía. Inspire profundamente y atravesé la pared.
La estancia que me esperaba al otro lado no podía ser descrita de otra manera que sorprendente. Seguramente era más grande que toda la casa junta y estaba dividida claramente en zonas aunque no había ni una sola pared en ella (a la izquierda un especie de invernadero lleno de plantas y macetas, a la derecha una especie de biblioteca con muchísimas estanterías y en el centro algo parecido a un laboratorio, pero mi instinto me decía que allí no se diseccionaban precisamente ranas). Me acerque a Max que estaba apoyado en una mesa a la izquierda de la extraña habitación. En ella había colocada una maceta.
-El único poder que conoces que tienes es sobre la tierra.- no era una pregunta, pero asentí de todas maneras.- Bueno eso espero que cambie hoy, pero de todas formas empecemos por ver lo que ya sabes hacer.
Me tendió la maceta vacía. Solo había un poco de tierra en su interior. No me dijo nada, pero de todas formas supuse que querría que creara una planta. Alce la mano sobre la maceta y extendí la palma. En mi mente se visualizaban unas violetas, en la maceta en cambio comenzaban a crecer unos brotes a la velocidad del rayo y para cuando quise darme cuenta había por lo menos una docena de flores bien abiertas su interior
-El poder de creación veo que lo dominas completamente. Pero ahora quiero que marchites esas flores.
Mire a mis flores un tanto a penada, pero basto una simple imagen en mi cabeza para que aquellas violetas se doblaran sobre sus tallos, empezaran a perder color hasta quedarse grises como las cenizas y finalmente se les cayeran los pétalos uno a uno.
-Sin duda tienes talento. La mayoría de mágicos con poderes sobre la tierra tardan años en aprender a marchitar con tanta rapidez y eficacia.- parecía orgulloso y a la vez aliviado de que pudiera hacer la cosas tan rápido.- Ahora quiero que hagas algo completamente diferente. ¿Ves aquel libro rojo que esta sobre el escritorio?
-El que está en la otra punta del la habitación.- le pregunte un tanto extrañada.
-Si ese mismo. Quiero que lo traigas hasta aquí sin tener que moverte.- alce una ceja nada más oír su petición y creo que eso fue mucho más eficaz que haber chillado cualquier ¡¿Qué?! O ¡¿Cómo?!
-En realidad no tienes que hacer nada diferente de lo que has hecho antes. – Hizo una pequeña pausa e inspiro una bocanada de aire ante mi cara de incredulidad.- El poder de la magia reside en la mente. Solo desea que este aquí.- añadió como si fuera la cosa más normal del mundo.
-Está bien.- cerré los parpados con fuerza y respire hondo. Últimamente mi vida se basa en ello. Los abrí mientras por mi mente pasaban las imágenes del libro alzando, dejando el lujoso escritorio para acabar posado en mis manos. En realidad en el libro lo único que se podía apreciar que podía estar haciendo era vibrar, como lo hacen los móviles abandonados sobre las mesas cuando no quieres contestar.
-Ya casi lo tienes, solo concéntrate un poco mas.- las palabras de Max sonaban lejanas como si no estuviera en la habitación. A cada segundo que pasaba me iba poniendo más nerviosa ¿por qué demonios ese libro no quería levantarse de la mesa? Me había desconectado totalmente del mundo que estaba a mi alrededor ni siquiera era capaz de oír la respiración de Max, pero ese estúpido libro seguía sin alzarse. Oh dios mío como desearía que saliera volando, chille dentro de mi cabeza con rabia. De pronto algo salto dentro de mi interior, no sé porque sabía que no debía a ver dicho eso y mi duda se confirmo del todo cuando pude ver el libro levitando a medio metro sobre la mesa. Algo dentro de mi interior me gritó que me agachara y eso hice justo antes de que el extraño libro pasara por donde antes había estado mi cabeza y se estampara contra la pared a más de ciento cincuenta kilómetros por hora.
-Bueno creo que no ha salido del todo bien.- dije mientras me incorporaba y ponía una sonrisa de “no me mates” en la cara.
-Supongo que no.- me contesto Max un tanto derrotado. Tras decir esto alzo la mano y detrás de la mesa apareció el libro, ahora un poco más deteriorado y se poso en sus manos. Era toda una belleza un libro antiguo, encuadernado en cuero rojo lleno de signos era tan de… Cuento.
-¿Qué es?- pregunte a Max haciendo que apartara una mirada apenada del antiguo manuscrito.
-Es un libro que he escrito yo mismo.- me contesto en un tono demasiado neutro.- en él están recogidos todos los datos que he encontrado sobre los Completos y los diferentes poderes que se les atribuyen.- dudo momentáneamente antes de añadir algo mas como si no estuviera seguro de lo que iba a decir.- tenía pesado en poner en práctica toda esta teoría contigo.- dijo al final en voz baja.
Sus ojos se clavaron en los míos y yo no pude evitar deslizarlos al increíble montón de hojas que formaban el libro.
-¿Cuánto tiempo voy a tener que seguir viniendo aquí cada tarde?- le pregunte sin apartar la vista del libro.
-Lo suficiente como para que puedas aprender a utilizar los poderes necesarios como para defenderte.- odiaba cuando se ponía serio, me hacía sentir culpable. Como si le debiera algo a ese hombre.
-¿Cómo se supone que voy a defender de algo que es como el gobierno?- estaba un poco molesta, el mismo me había dejado muy claro que estaban en todas partes y que no había nada que hacer contra ellos.
-Cuando te digo defenderte me refiero mas a esconderte.- se aclaro recalcando bien la palabra esconderse. Trago aire. Lo cual me hizo pensar que hablar conmigo le resultaba más complicado de lo que yo creía, tal vez si que le debía algo. Después de todo él me había dicho lo que estaba pasando en mi vida y me estaba constantemente aclarando todo lo que no entendía, que no es que fueran pocas cosas. – Tienes que aprender a usar tus poderes de forma que parezcas un humano mas, que los rastreadores no se fijen en ti y tu pista se pierda por el mundo.
-¿Cuánto puede tardar eso?- le pregunte de pronto.
- No lo he pensado ¿Por qué?- me dijo un poco aturdido por mi pregunta.
-Porque no estaré aquí todo el verano.- le conteste mientras me mordía el labio inferior, tenía la impresión de que debía a ver mencionado eso antes.
- En ese caso no hay tiempo que perder.- aunque concluso la frase con una sonrisa parecía muy nervioso.

martes, 5 de enero de 2010

Capitulo 9: Cuando tu vida cambia drásticamente

Aparte la mirada de su cara y pestañee varias veces para contener las lágrimas. Todo aquello me venía demasiado grande. Aquellos segundos antes de que contestara me estaban matando, pero de pronto el silencio fue interrumpido por el reloj de cuco que estaba colocado encima de la chimenea. Las ocho de la tarde. Bote sobre en el sofá y me puse rápidamente de pie. Max al ver que me incorporaba se levanto también y me pregunto un tanto confuso.
-¿Qué pasa?
-Son las ocho de la tarde me tengo que ir. Llevo fuera de casa más de cuatro horas.- Le conteste un tanto alterada.
Max parecía reacio a la idea de dejarme marchar cuando añadió.
-Está bien. Pero vuelve mañana.
De pronto pare de recoger mis cosas. ¿Por qué tenía yo que volver a esa casa?
-¿Volver?- se me escapo en un tono de confusión.
-Tú me has preguntado antes que se suponía que tenías que hacer ahora ¿no?- me lanzo él. Yo simplemente asentí.
-Pues, lo mejor que puedes hacer es prepárate. Potencias tus poderes y yo puedo enseñarte.-se había vuelto a poner serio, lo suficiente como para saber que era importante.
-Vale, ¿a qué hora tengo que estar aquí?- le pregunte yo más serena con un tono casi helado.
- A las cinco en punto de la tarde, tenemos mucho que hacer.
Mientras caminaba a casa le di un repaso mental a lo que me había ocurrido aquella tarde. No podía parar de pensar que nunca se lo podría contar a nadie. Nadie me creería. Pensarían que les estaba contando una de esas novelas que solía leer. Aunque no creo que volviera a leer en mucho tiempo. Después de todo, mi vida se acaba de convertir en una novela en toda regla.
Cuando crucé la puerta de mi casa y vi que no había nadie esperándome me quite un gran peso de encima. Tan solo había una nota encima de la mesa de la cocina que decía:
Cristal esta noche vamos a salir a cenar fuera si te apetece estamos en el puerto dando un paseo.Perfecto pensé para mis a adentros nadie al que dar explicaciones de que he estado haciendo.
Me desplome ruidosamente en el sofá. Aquella tarde se había hecho larguísima. El conocer todo lo que realmente estaba pasando en mi vida había sido algo bastante agotador. Y antes de que me diera tiempo a encender el televisor me había quedado dormida.

lunes, 4 de enero de 2010

Capitulo 8: Los Oscuros y Los Completos

Max me miro con ojos comprensivos. Parecía entender lo confundida que estaba. Me acababa de decir que había metido a todos en un gran problema, había nombrado seres de los que no había oído hablar en mi vida y por si fuera poco aquel silencio me iba a volver loca del todo.
-Mira para explicarte lo que son los Oscuros voy a tener que darte una clase rápida sobre historia de la magia.- se había tranquilizado del todo. De sus ojos habían desaparecido el pánico y la ira, pero no se habían convertido en tranquilidad, sino en frustración. Max había comprendido que hasta que no me lo explicara todo detalladamente no entendería la gravedad de la situación. – Así que empezare por el principio. En el comienzo de los tiempos todas las personas, y si no eran todas eran la gran mayoría, estaban dotadas de poderes mágicos. Uno por persona, descubierto en la niñez y potenciado durante la juventud. Pero pronto apareció un poder que desencadeno el caos, el Poder de Absorción. Los succionadores tenían la capacidad de adueñarse de los poderes de otros magos si así lo deseaban y volverlos mortales. Eran muy útiles en los ejércitos y pronto muchos reinos tan solo deseaban magos succionadores en sus filas de combate. Pero esto provocó que se creyeran superiores al resto. Comenzaron a crear hermandades exclusivas para aquellos que tuvieran el don de tener todos los dones. Y precisamente este fue el objetivo principal del líder de una de estas hermandades. Conseguir el poder infinito, el poder sobre todo.
-¿Y lo consiguió?-le corte toda intrigada. Max sonrió a mi pregunta, pero no era una sonrisa alegre.
-Sí, sí que lo consiguió.- su voz parecía apagada. Como si estuviese rememorando un mal recuerdo- Obtuvo todos los poderes posibles, y no fue el único. En poco tiempo muchos magos succionador lo habían conseguido. La gente comenzó a llamarles los Completos. Se creían perfectos, con poder sobre todos los demás seres. Hasta el punto que declararon la guerra a todo el mundo mágico para conseguir su dominio.-su voz se apago unos segundos.- Cuando aquel holocausto hubo finalizado millones de magos habían perdido la vida y la gran mayoría de los supervivientes habían sido convertido en simples humanos debido al Poder de Absorción. La magia empezó a verse como algo oscuro y manchado de sangre. Y para intentar quitar esta mancha los sabios de la Gran Asamblea decidieron que el Poder de Absorción debía ser destruido y con él los Completos. Pero el nombre de la magia jamás fue limpiado y poco a poco los magos fueron ocultando sus poderes hasta que teóricamente la magia dejo de existir.
-¿Pero qué tiene que ver eso con los Oscuros?- le pregunte extrañada ante la información que me había dado.
-Digamos que es el origen.-aclaro Max- El Poder de Absorción fue destruido, pero los Completos no. Porque a diferencia de lo que creían los sabios, los Completos si podían existir sin los succionadores. Porque el poder de los Completos ya había sido creado y era uno solo, el poder sobre todo. Y cuando en la Última Asamblea se decidió que todos los poderes debían ser guardados en objetos especiales para que el mundo no ser quedara sin magia el poder infinito estuvo entre ellos, aunque nadie lo supo nunca. Por lo menos ninguno de los sabios que residieron la Asamblea supieron jamás que aquello que habían intentado destruir en realidad lo estaban protegiendo para la prosperidad. Mira.-su voz cambio de tono, como si después de recitar una lección de memoria ahora tuviera que explicarla.- El mundo mágico no es lo que era. Apenas quedan magos y las Chispas de Poder prácticamente han desaparecido.
-¿Chispas de Poder?-Max dejó su ensoñación y me miro de repente. En sus ojos había algo extraño.
-Lo siento.-me dijo suavemente.-se me olvida que te estoy explicando todo esto a ti. Las Chispas de Poder es el nombre que se le dio a los objetos como tu medallón. Objetos que avivan la magia dentro de las personas.
Yo simplemente asentí, no necesitaba más explicaciones suficiente información había ya en mi cabeza.
-El hecho de que la magia este desapareciendo no es algo que agrade a nadie de los que conocemos su existencia, pero hay hermandades de magos a las cuales les ha sentado realmente mal. Y entre ellas se encuentra la de los Oscuros, una de las hermandades más antiguas y ortodoxas del mundo mágico.
-¿Qué clase de hermandad se pone el nombre de los Oscuros?- pregunte un tanto extrañada.
-En realidad los Oscuros son un conjunto de siglas.- dijo medio divertido.- O.s.c.u.r.o.s: originalmente seres creados para… No me acuerdo muy bien como sigue, pero tenía que ver con algo de guardar la pureza de la magia.-contesto Max a mi pregunta mientras intentaba hacer memoria y acordarse del resto.
-¿Y qué tiene que ver esa gente conmigo?- pregunte yo que seguía sin enterarme de nada.
-Los Oscuros creen que se puede dividir el poder de los Completos.-su voz se atragantaba a cada palabra que tenía que pronunciar.- Y así conseguir que de un único mago se creen miles, porque realmente nadie sabe cuántos poderes mágicos existen.
-Pero… ¿eso se puede hacer?- añadí yo vacilante.
- No, no se puede hacer. Ningún Completo ha salido con vida, es mas ningún mago saldría con vida de la extracción de su poder y menos si tratan de dividir este en millones de pedazos.
-Entonces están matando gente a si sin más y ¿nadie se lo impide?- me sentía medio furiosa. Puede que el mundo humano no fuera perfecto, pero el mágico se iba a llevar la palma.
-Nadie se lo impide porque nadie sabe lo que están haciendo. –había cierta tristeza en su voz que me hizo vacilar antes de decir.
-Pero tú lo sabes.
- Yo lo sé porque mi hijo era un Completo igual que tu. Y cuando se lo llevaron diciendo que querían hacerle unas pruebas para ingresar en la hermandad me sentí muy orgulloso de él. Pero nunca regreso y poco después recibí la noticia de su defunción. Dijeron que no había sobrevivido a una de las pruebas de acceso, pero cuando me devolvieron sus objetos personales encontré un mensaje escrito a mano que contaba todo lo que ocurría realmente escondido dentro del dobladillo de un pantalón. Sabía de sobra que iba a morir, igual que había visto morir a otros muchos. –Hubo un breve silencio antes de que continuara diciendo.- Los Oscuros son la hermandad más respetada en el mundo mágico, nadie me creería si empezara a contar la verdad.
-Pero tienes el mensaje. Eso son pruebas ¿no?- le pregunte yo intentado averiguar por qué no había hecho nada todos estos años.
-Tengo un mensaje sí, pero no un cadáver, ni unas cenizas. Nada que pruebe que mi hijo ha muerto.- había autentico resentimiento en su voz. Tanto que tuvieron que pasar por lo menos dos minutos antes de que pudiera añadir vacilante.
-¿Y ahora que se supone que tengo que hacer?