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Portada creada por Mientras Lees

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lunes, 28 de diciembre de 2009

Capitulo 7 : La explicación

Su paso era rápido y alegre, parecían mas pequeños saltos que pasos. Encajaba completamente con su voz cordial.
-¿Cómo te llamas? –me preguntó mientras hacía círculos a mi alrededor.
-Cristal. – le conteste yo con mejor humor. Necesitaba que me explicaran qué narices estaba pasando en mi vida.
-Me gusta.-me sonrió ella.- Es diferente.
-Pues para que lo sepas Jane no es el nombre más común de por aquí.- era curioso como en dos minutos esa chica había logrado que me comportase como si estuviera con una de mis mejores amigas.
-Ya, pero yo tengo escusa. No soy de por aquí.-me dijo riéndose mientras se paraba delante de una casa.
-¿De donde eres?-le pregunte yo intrigada.
-En realidad no lo tengo muy claro.-me contestó ella un poco más apagada.
En ese momento mire por primera vez hacía la casa que teníamos delante. Era una casa unifamiliar de dos plantas, pintada en color crema y muy bien cuidada.
-Abuelo.-chilló Jane nada más entrar por la puerta.-Hemos llegado.
Me sentía un poco incomoda. A pesar de que me hubiesen invitado a ir era como si estuviera completamente fuera de lugar.
-Me alegro de que halláis llegado. Tenemos muchas cosas que aclarar.- nos recibió el abuelo de Jane saliendo de una estancia parecida a un despacho.
Nos dirigió a un amplio salón. Allí, se sentó en un sillón de cuero negro que había junto a la chimenea. Jane en el sofá que estaba a su izquierda y yo me apoye ligeramente en el brazo de este. La situación era realmente tensa. Por lo menos para mí, nunca se me ha dado del todo bien hablar con desconocidos. Solo deseaba que me lo explicaran todo muy rápido para poder marcharme tranquilamente a mi casa.
-Haber… como explicarte…- empezó a susurrando Max- Seguramente habrás oído alguna vez la expresión en el momento y en el lugar adecuando es donde surge la magia.
- Me suena haberlo oído algo parecido.
-Bueno, pues en realidad la magia surge en la persona adecuada con en el impulso adecuado.-trato de explicarse Max.
-Abuelo, creo que no te sigue- le cortó Jane a Max ante mi cara de desconcierto.
-No, la verdad es que no demasiado.- afirme yo, tímidamente con una media sonrisa.
-Voy a explicártelo de otra manera.- dijo entonces Max.- En la sociedad que vivimos hoy en día la gente no cree en la magia. Tan solo creen el lo que pueden tocar y solo se preocupan por lo material. Todo lo que se hacía antes con magia ha sido sustituido por tecnología.
Pero de vez en cuando aparecen personas como tú. Personas que en el fondo de su ser creen en la magia y por ello son atraídas hacía objetos especiales como tu medallón, que hacen despertar dentro de ellos la chispa de la magia y la avivan hasta conseguir una llama tan poderosa como el mismísimo sol.
Cristal te ha sido concedido un don muy escaso y preciado. Debes aprender a controlarlo y a potenciarlo.
Esta última frase me la dijo tan serio y convencido que me hizo sentirme importante y a la vez aterrada.
-Bueno…-titubee- ¿Cómo se supone que debo aprender a controlar mis poderes?
-Proponiéndote cosas.- me contestó Max.- Y así descubrirás cuales son los poderes que te han sido concedidos. Por ejemplo: la creación de flores con la que te descubrí. Ese es un poder sobre la tierra, normalmente las personas que tienes esa clase de poder los tienes sobre todos los elementos. ¿Conoces algún otro poder que tengas?
-No, creo que no. Lo único mágico que he hecho son cosas relacionadas con plantas…- le dije mientras pensaba en todo lo que había ocurrido los últimos días.- Así más que me acuerde ahora solo eso y… Bueno luego están las sombras, pero a esas no las he creado yo.
- ¿Ha que te refieres con lo de las sombras?- Se había puesto realmente serio. Incluso Jane, que se había quedado callada la mayor parte de la conversación me miraba ahora como si hubiese dicho algo que no debía.
- Pues…- no sabía dónde meterme. Ojala no hubiese abierto la boca.- me refiero a que hace tiempo que veo una especie de sombras. Hombres encapuchados, vestidos de negro a los que no se les ve la cara. Con el tiempo su presencia se hecho más notable. Es como si vinieran a por mí.
-Y eso hacen.-susurro Jane. Fue algo prácticamente inaudible, sus labios casi no se despegaron. Pero lo oí y seguramente Max también, pero fingió que no lo había hecho.
-Exactamente lo que me temía. Oscuros. – parecía que hablaba mas consigo mismo que conmigo.- ¿Cuándo fue la última vez que los viste?
-¿Qué son los Oscuros?- pregunte extrañada.
-Es importante que me digas cuando los viste por última vez.- Insistió Max.
-Hace unos días en la playa durante el incidente. ¿Estoy metida en un lío?- estaba realmente nerviosa. La tensión que había en la habitación se podía cortar con un cuchillo y la expresión de los ojos de Max lo decían todo habían pasado de la preocupación al pánico.
-No solo tú, sino todos nosotros estamos metidos en un gran problema. Jamás pensé que fueras una Completa. Jane por favor ve a buscar a tu hermano a partir de ahora será mejor que no andéis solos por ahí.- el hecho de que no parara de hablar para sí mismo entre conversaciones no conseguía otra cosa que ponerme más nerviosa.
-Ahora voy.- dijo Jane mientras se levantaba, ella también parecía realmente preocupada.
- Cristal es importante que me cuentes todo lo que recuerdes de tus encuentros con los Oscuros.- cuando Max me habló su voz se había vuelto serena y tranquila, pero se notaba que estaba intentando ocultar su nerviosismo para que yo me tranquilizara.
-¿Qué son los Oscuros?-medio solloce.

domingo, 27 de diciembre de 2009

Capitulo 6: Jane

-¿Qué te pasa Cristal? Estas como ausente.-me preguntó mi abuela mientras me retiraba el ultimo plato de la comida.
-No me pasa nada. Tan solo estaba pensando- le conteste yo volviendo en mí tras a ver estado durante toda la comida con la mirada perdida.
-¿Qué vamos a hacer esta tarde?-preguntó de repente Alicia con su voz risueña e infantil.
-No se tú, pero yo me marcho a dar un paseo.-le conteste yo.
-Pero si desde que has llegado no has salido prácticamente a la calle.- se asombro mi abuela.
-Ya, pero no sé. Me apetece salir un poco a tomar el aire- (y a aclararme las ideas pensé para mí).
Mi voz sonaba completamente despistada, sin ninguna duda necesitaba ese paseo.
-Está bien, pero ponte algo de abrigo que no hace demasiado calor.- añadió mi abuela contenta de que hubiera decidido despegarme del ordenador.
- ¿Y nosotras que vamos a hacer?- le oí preguntar a mi prima mientras salía de la habitación.

A pesar de que mi cuarto fuera la siguiente puerta a la de la cocina estaba lo suficientemente alejado como para no oír nada de lo que pasaba en ella.
Tras cerrar la puerta de la habitación lance uno de mis ruidosos suspiros. Los vaqueros que me había puesto esta mañana aun seguían encima de la cama. A sí que me pondría esos mismos vaqueros con la blusa blanca y las sandalias romanas.
Me pase rápidamente el cepillo por el pelo antes de salir de la habitación y despedirme de mi prima y mi abuela, que aún seguían en la cocina.
-¿Ya te vas?- me preguntó mi abuela.
-Sí. No me apetece quedarme en casa ni un minuto más. – le conteste yo con impaciencia, realmente la casa se me caía encima.
-¿Llevas el móvil?- me siguió atosigando ella.
-Siempre lo llevo. Adiós.- corte yo saliendo por la puerta.
Baje las escaleras rápidamente de dos en dos.
No tenía muy claro a donde me dirigía, pero nada más pisar la calle empecé a caminar con paso decidido y sin titubear.
Primero pase por el puerto, pero había demasiada gente para mi gusto. Necesitaba un lugar tranquilo, alejado del mundo. Esa clase de lugares en los que uno dice menudo sitio para pensar. Y sin saber cómo me tope con uno de ellos.
En las campas más lejanas de la ermita ese día no había nadie. Me senté cerca del borde del acantilado, a la distancia justa como para asomarme y poder contemplar las olas batiéndose entre las rocas. El paisaje era realmente increíble acentuado con una agradable brisa que me alborotaba el pelo apartándomelo de la cara. En menos de cinco minutos todos mis problemas habían desaparecido tan solo existían el mar y el viento.
Estaba completamente ensimismada cuando una voz me sorprendió.
-El abuelo nunca se equivoca, estas aquí.- Me gire extrañada para mirar a la chica que acababa de hablar.
No la había visto en mi vida. Era delgada, rubia de rizos muy marcados y tez ligeramente bronceada con el sol. No se hubiese diferenciado de otra cualquier quinceañera si no fuese por ese algo especial que se podía detectar si la mirabas atentamente. No sabría decir exactamente si era el brillo de sus ojos o esa aura especial que la envolvía, pero esa chica no era como las demás.
-Perdón ¿hablas conmigo?-le pregunte yo extrañada. Claramente me lo había dicho a mí. Allí no había nadie más, pero estaba segura de que se había equivocado de persona, nunca había visto a aquella chica para que me estuviera buscando.
- No si quieres con la roca en la que estas sentada. Pues claro que hablo contigo mujer.- Su tono era tan sereno y cordial que me dejo anonadada completamente, tenía a una desconocida delante de mis narices hablándome como si fuéramos amigas desde el parvulario.- Vamos levántate de ese pedrusco y sígueme que no tenemos todo el día.
- ¿Perdón? ¿Seguirte a donde?- En ese momento estaba tan confundida que no hubiese acertado ni nombre si me lo hubiesen preguntando de repente.
-A claro, no tienes ni idea de quién soy.- se disculpo ella entre risas.- Me llamo Jane soy la nieta de Max. Él es el que me ha pedido que te venga a buscar.
-Vale ¿y quién se supone que es Max?- le pregunte yo con un tono cortante de "Deja de tocarme las narices que no se de lo que me estás hablando".
-Mi abuelo es el señor con el que te has encontrado esta mañana y que te ha prometido una explicación

sábado, 26 de diciembre de 2009

Capitulo 5: Un extraño encuentro

Eran las nueve y media de la mañana. Yo siceramente pensaba que mi abuela no entendía que soy un ser humano y que a estas horas debería estar en la cama y no saliendo del portal a comprar el pan con lo primero que había encontrado por mi habitación puesto encima.
Por suerte la tienda no estaba ni a una calle de casa y no había nadie en la acera que me viera con la cara dormida que llevaba.

La tienda estaba abriendo cuando llegue. No había absolutamente nadie más y la dependienta estaba más dormida que yo. A pesar de ello me atendió rápido y antes de lo que pensaba ya estaba en la calle otra vez con el pan y el periódico mirando fijamente a la casa del terror. Era una autentica lastima que una casa así se echara a perder. Cruce la acera entre otras cosas porque era el camino para ir a casa y también porque quería ver la mansión más de cerca. Con la bolsa del pan y el periódico aún en la mano izquierda mire hacía el tejado de la casa y después deslice la vista hasta extenso jardín, destrozado por el paso de los años. La casa no estaba mal del todo, si que le hacían falta un par de reformas. Pero lo que realmente le daba esa imagen tan lamentable era ese jardín. Entonces se me ocurrió que yo podía cambiar eso aunque solo fuera un poco. Pasé la mano entre los barrotes de la verja metálica y todas las malas hierbas en un radio de cinco metros desaparecieron para dar paso al cumulo de flores mas vistoso y variado que podía imaginar. Sonreí al contemplar mi gran obra.

-No debería haber hecho eso señorita.- una voz me sorprendió detrás de mí. Me gire rápidamente para mirar de quien me estaba hablando.
-Alguien podría verla y tendría graves problemas.- era un señor mayor con pinta de buena persona, pero me miraba tan seriamente que me dio hasta miedo.
-Perdone, pero no se de que me esta hablando.- le conteste yo mientras desviaba la mirada hacia las flores que acababa de crear.
-A eso justo me refiero- me dijo mientras señalaba las flores con un pequeño gesto de mano. – ¿Que creé que dirá la gente cuando vea que han crecido esas flores de un día para otro en un jardín que lleva años muerto?
-Pues…-balbuceé, no se me ocurría nada que decirle. Me puse que estaba nerviosa y solo conseguí sonrojarme.
-Exacto, solo rumores y comentarios estúpidos. Por eso será mejor que las quitemos de ahí.- y después de decir esto con un movimiento de mano hacía las flores que cinco minutos antes yo había puesto ahí con muchísima más dificultad las hizo desaparece, volviendo los hierbajos que estaban antes.
Me sorprendí tanto al ver que las flores desaparecían tras su gesto. Que hasta él se dio cuenta.
-No hace mucho que descubriste tus poderes. ¿Verdad?- me dijo mientras que el tono de su voz bajaba aún mas debido a una persona que pasaba cerca de nosotros y se volvía mas amistoso.
-Pues, la verdad es que no.- en mi voz se notaba claramente que seguía un tanto confundida con lo que estaba ocurriendo.
-Seguramente tendrás muchas preguntas sobre…- la cantidad de gente que había empezado a verse en la calle había aumentado considerablemente en los últimos minutos y debido a ello el tono de la conversación había descendido hasta el silencio, ante la posibilidad de que alguien oyese algo comprometedor.
-Tu cambio- escogió las palabras de forma que no sonasen del todo extrañas mientras seguía con la mirada a todo el mundo que pasaba por la acera.- Pero como habrás podido comprobar este no es el mejor lugar para hablar de un tema tan delicado. Sera mejor que esta conversación continúe en otro momento. ¿No cree usted?
-Si –dije a media voz- ahora hay mucha mas gente en la calle.
-Eso es por la hora.- y tras decir esto dio media vuelta se marcho.
Me quede parada durante unos segundos mirando como aquel extraño señor se marchaba sin darme las explicaciones que tanto necesitaba en ese momento.

Mientras caminaba hacía mi casa no podía para de pensar en que si me hubiesen dicho hace quince días que esto me iba a pasar. Me hubiese echado a reír y habría creído que me estaba tomando pelo, pero ahora podrían decirme que un ovni se ha estrellado enfrente de mi casa que me lo creería. Jamás había estado tan confusa.

-Ya te vale guapa. ¿Dónde se supone que te has metido?- me reprocho Alicia nada más entrar por la puerta.
-Pues, comprando el pan y el periódico, donde sino.- le conteste yo, al fin y al cavo no era totalmente una mentira.
-Menuda cola que debía de haber en la tienda para tardar tanto.- siguió ella mientras se tiraba en el sofá.
-La verdad es que prácticamente no habían abierto la tienda. Por cierto ¿estás sola?- acabe preguntándole yo.
-Si la abuela se ha ido a dar un paseo.- me contesto ella levantado un poco la cabeza para verme por encima del sofá.
-Vale – le conteste yo mientras me dirigía hacia la cocina para dejar las compras encima de la mesa.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Capitulo 4: La revelación

Cada vez que íbamos a la playa me quedaba leyendo en la toalla hasta que Alicia empezaba a molestar con su típico.
-Vamos al agua.
-Todavía no.- siempre la misma respuesta.
-¿Por qué no?
-Porque no tengo calor.
-Pues yo si tengo.-me protestó ella.
-Cristal date un baño con tu prima, anda ¿que te cuesta?- Esa era mi abuela poniendo orden. Y como no a favor de Alicia. Nunca diría, déjale a tu prima en paz un rato Alicia.
-Voy.-Conteste de mala gana mientras me quitaba las gafas de la cabeza y cerraba el libro.
-Yo me voy a meter corriendo a si te da menos pereza.-me dijo Alicia mientras echaba a correr.
-Haz lo que quieras.-le grite, pero seguramente no me oyó. Yo en cambió me metí mucho más despacio al agua y hasta que no me cubría por encima del abdomen no me sumergí.

Una vez dentro del agua empecé a nadar hacía adelante manoteando por delante de mi cara de repente pude notar que algo se enredaba alrededor de mi pierna izquierda y me empujaba para abajo. Saque rápidamente la cabeza del agua boqueando empecé a mirar a los lados. Solo podía fijarme en los arboles que rodeaban el mar, arboles que cuanto más los miraba más terroríficos me parecían. Hasta que pude ver que detrás de los árboles se empezaban a asomar unas sombras. En ese momento llego Alicia.

- ¿Qué te pasa? –me preguntó al ver que no me movía.
-Creo que me he enganchado en algo.-le conteste yo.
-Voy a mirar, así que no muevas las piernas demasiado.- me dijo justo antes de sumergirse. No tardo nada en volver a asomar la cabeza.
-¡Búa que asco!, te has enredado en un alga enorme. –me informo Alicia.
-Vale pues desenrédame.-Le grite yo.
-De eso nada yo no meto ahí la mano. ¡Qué asco!
-Está bien, pero déjame tus gafas. –le dije extendiendo la mano, a pesar de que intentaba no parecer muy nerviosa no lo conseguí.
-Vale.-me contestó rápidamente mientras se quitaba las gafas.
-Apártate.- le grite justo antes de sumergirme.

Vale, Alicia tenía razón era enorme. Empecé a tirar de mi pierna para no tener que meter la mano entre las algas, pero en vez de soltarla lo único que conseguí es que se enredara más. Como veía que la única solución que me quedaba era desenredar el nudo desde dentro empecé a arrancar las algas como pude hasta llegar al nudo. Y justo cuando puse las manos sobre el nudo mi medallón se ilumino y todas las algas que estaban alrededor de mi pierna se soltaron dejándome libre. En ese momento pude ver una sombra que cruzaba el mar rápidamente a pocos metros de mí. Me dio tal impresión que saque la cabeza del agua tan rápido que casi me mareo. En la superficie Alicia seguía esperando a que saliera.

-¿Estás bien? Pensaba que no salías, llevabas tanto tiempo debajo del agua ¿Pero estas bien? –Hablaba tan rápido que las palabras se quedaban a la mitad.
-Si estoy bien, he conseguido soltarme, pero me ha llevado un poco de tiempo eso es todo. –le conteste mientras recuperaba el aire.
-Vale en ese caso vámonos fuera del agua ya no me apetece bañarme.- me dijo Alicia mientras echaba a nadar.
-Mira quien fue a hablar no es a ti a quien le han dado el susto de su vida.- Le dije mientras la perseguía también nadando hacía la orilla.

Cuando estábamos llegando a donde habíamos dejado las toallas agarré a Alicia por el hombro y le dije muy seriamente.

-No le digas nada a la abuela de lo que ha pasado. De lo contrario no nos dejaran volver a bañarnos en todo el verano. ¿Entendido?

La única contestación que recibí fue un enérgico asentimiento de cabeza. A si que supuse que no abriría la boca y no me equivoqué. No nos quedamos mucho más en playa ya que a Alicia le entro un repentino ataque de hambre y nos fuimos a casa a comer.

-Esperar un momento que voy a comprar el periódico.- dijo mi abuela parándose delante de la tienda que hay enfrente de la casa del terror del pueblo. No era una autentica casa del terror pero mi prima y yo le habíamos puesto ese nombre porque la antigua mansión abandonada daba autentico pavor.
-Yo me quedo aquí.-le conteste mientras me apoyaba en las jardineras que había frente a la puerta.
-Y yo. – contesto Alicia mientras toquiteaba todas las flores. – ¿Me coges una?
-¿Por qué no la coges tú?-le pregunte yo dándome la vuelta para mirarla.
-Porque me dan miedo las abejas.-me dijo mientras hacía ademán de coger una flor, pero apartaba rápidamente la mano al acercarse las abejas.
-Está bien, yo te la cojo.- Dije mientras acercaba la mano a la flor que estaba intentando coger Alicia.
-Porque no estará igual de florecida esta que está más cerca.- Pensé mientras la rozaba con un dedo al intentar alcanzar la siguiente.

Nada más tocarla, la flor se abrió en todo su esplendor y yo la mire con los ojos muy abiertos. La cogí rápidamente antes de alguien se diera cuenta de lo que había pasado.

-¿Te vale con esta?-le pregunte aún desconcertada.
-Claro es la margarita más grande que he visto nunca.- me dijo con una enorme sonrisa.
-Me alegro que te guste.-le dije con una extraña mueca y un tono de desconcierto. Tenía la extraña sensación de que en cualquier momento esa flor iba a desaparecer o a convertirse en un monstruo o yo que se en que.

Después de comer salí al balcón donde había un par de macetas. Me había quedado tan perpleja con la escena de la margarita que quería mirar a ver si volvía a pasar algo parecido.

Respire hondo y toque las flores, pero no sucedió nada. Entonces reconstruyendo todo lo que había pasado enfrente de aquella tienda. Me acorde que en ese momento estaba deseando que la margarita estuviese florecida.

Una vez con esta información visualice una rosa muy abierta y volví a tocar los geranios de la terraza. Y para cuando volví a abrir los ojos en medio de los geranios estaba la rosa más grande y bonita que había visto jamás. Me empecé a reírme y a retirarme el pelo de la cara.

-Vale –empecé a hablarme a mí misma, después de lo que había pasado los últimos días ya me daba igual que me tomaran por loca- Cristal acabas de hacer magia, porque no existe otra explicación a que un geranio se convierta en una rosa tan solo con desearlo.

Transforme todas las plantas del balcón en las más raras flores que pudiera imaginar. Mi favorita era una rosa de color azul marino y con brillantes gotas de rocío en los pétalos. Había descubierto que si me concentraba lo suficiente no necesitaba tocar las flores solo pasarle la mano por encima.

-¿Dónde estas Cristal? – se oyó de repente desde el otro lado de la puerta del balcón.
-Mierda- maldije por lo bajo.
-Estoy en balcón –respondí con voz tensa. Y acto seguido oí los pasos de mi prima que se acercaban hacia la puerta del balcón. Rápidamente pase la mano sobre todas las flores de las macetas para que volvieran a ser los geranios que había hace tan solo unos minutos. Pero el movimiento de la mano sobre las plantas fue demasiado rápido y con unos pocos geranios apareció también una extraña escarcha.

Moraleja: hacer las cosas rápido hace que salgan mal. Pero yo no tenía tiempo para hacer que los geranios volviesen a aparecer uno a uno. Lo único que deseaba es que toda esa escarcha se fundiera, estaba tan frustrada que apreté los puños buscando una solución, pero antes de que pudiese darme todo estaba envuelto en llamas. Me asuste tanto cogí lo primero que vi para sofocar el fuego antes de que todo el edificio se convirtiera en una enorme bola de fuego. Y el extintor improvisado no fue nada menos que la sudadera que me había dejado en el balcón esa mañana. Me parece que por fin voy a poder tirar esa sudadera a la basura.

En uno de los golpetazos que le di a lo que era la última maceta en llamas una rosa se desprendió de la maceta y bajo los dos pisos que había hasta el suelo apagándose poco a poco. Como últimamente estoy en racha. Mi rosa, ahora negra fue a parar en los pies de uno de los surferos del pueblo. Que sorprendido del extraño objeto que habían arrojado a su paso se agacho a recogerlo y mirar de donde lo habían lanzado. Con tan mala suerte que yo seguía asomada al balcón y me vio de pleno. Al ver a ese chico tan guapo mirándome fijamente me puse nerviosa y lo único que se me ocurrió hacer fue sonreír y esconderme rápidamente debajo de la barandilla. Desde ahí seguí mirando entre los barrotes. Por suerte el chico se marcho al momento tras poner una mueca de “yo no entiendo nada”.

Suspire ruidosamente y mire la maceta toda chamuscada, en ese momento entro mi prima.

-Nos vamos.- me dijo mientras se asomaba por la puerta del balcón haciéndome pegar un bote por el susto que me acababa de propinar.
-¿A dónde?- pude preguntar a media voz mientras que disimuladamente escondía la maceta y la sudadera detrás de mí.
-A dar una vuelta por el puerto- me contestó como si fuese la pregunta más estúpida que le hubiesen hecho jamás.
-Vale ahora voy.-le dije esperando a que cerrase la puerta y me dejara sola con mis problemas ahora convertidos en una maceta chamuscada.
-Date prisa.-dijo mientras como esperaba cerraba la puerta, pero antes de que la cerrase del todo la volvió a abrir de golpe.- Oye, ¿que se supone que estás haciendo a aquí?
Esa era la típica pregunta comprometedora que solo sabe hacer mi prima en el momento adecuado. Consiguió ponerme tan nerviosa que solo pude soltar lo primero que se paso por la cabeza.
-Pensar.-dije mientras me mordía el labio inferior esperando a que se lo creyera.
-¿Pensar?-se burlo ella. No se lo había creído en absoluto. Su tono lo dejaba muy claro cuando siguió diciendo.- ¿Y para eso hace falta que te sientes en el suelo cuando hay sillas?
- Aquí estoy mejor en las sillas me daba el sol en la cara.

La verdad ni yo me creía lo que acababa de decir y ella mucho menos. Lo dejo muy clarito cuando me soltó mientras levantaba mucho las cejas y ponía cara de desconcierto.

-Eres muy rara Cristal.- nada mas decir esto cerró la puerta de golpe.
-No sabes cuánto.- le conteste yo por lo bajo, pero ya no podía oírme.

Puse todas plantas de la terraza como estaban antes de que yo apareciera después de comer. Solo hubo una cosa que no pude arreglar el agujero que se había hecho en la sudadera. La escondí debajo del colchón de mi cama hasta que diese con la forma de arreglarlo. Poco después se oyó como alguien abría la puerta que daba a la calle y una voz que decía:

-Nos vamos, la última que cierre la puerta.

Salí corriendo de la habitación tras cerciorarme de que nadie detectase que la sudadera que estaba debajo de mi cama

jueves, 24 de diciembre de 2009

Capitulo 3 : El bosque

El primer fin de semana variamos un poco. Mi tía había planeado una excursión para todo el día a un monte cercano.
-Nos vamos, despierta, nos vamos- me despertó Alicia saltando sobre mi cama.
-¿A donde?- Le pregunte mientras me estiraba como podía dentro de la cama con ella encima.
-Al monte.- me contesto efusivamente ella.
-¿Qué hora es?- le pregunte como si no hubiera oído nada de lo que me acababa de decir.
-Las diez y media ¿por?- me contestó ella.
- ¡Solo!-le grite yo.
- No seas vaga y levántate. Que yo me he levantado hace media hora.-me reprocho ella.
- Jo- me queje mientras salía de la cama aún desperezándome.

Salí de la habitación detrás de Alicia que iba dando saltitos y entre en la cocina donde me esperaba el resto de la familia.

- La bella durmiente-se rió mi tía.
-¿Que tal has dormido?- me preguntó mi madre mientras me servía el zumo.
-Bien- conteste y me bebí el zumo de un trago. - ¿A donde vamos? –pregunte mientras me levantaba a coger unas galletas.
- A un monte que hay aquí cerca. Vamos a coger el coche a si que tomate una pastilla para el mareo.
-Vale-conteste mientras me metía una galleta en la boca.
- ¿Qué se supone que me tengo que poner?- pregunte cuando acabé de masticar.
-No se- me contesto mi tía- Algo parecido a lo que lleva tu prima, mallas y camiseta.
-No ha traído mallas- contestó mi madre.
-No tengo mallas- rectifique rápidamente.
- Puedes ponerte los shorts oscuros con una camiseta.- apuntó mi madre.
-¿Qué zapatillas metiste en la maleta?- pregunte.
-Las converse.-me contestó ella
-Vale-y nada mas contestar me levante y me dirigí a la habitación a vestirme. Como las únicas zapatillas que había traído eran unas rosas busque algo que le conjuntara. Al final me puse una camiseta ancha rosa y blanca de rallas con letras negras.

Cuando pase por el baño pude ver que mi pelo no tenía ninguna solución a si que me lo recogí en una media coleta. Y me metí unas horquillas en el bolsillo del pantalón por si después me estorbaba el flequillo. Al pasar frente a un espejo que había en el pasillo pude observar que con la camiseta que llevaba apenas se me veía el pantalón que había debajo.

-Pero se me vería menos con el otro pantalón corto que tengo.-pense.

La subida en coche fue un poco larga, pero el paisaje merecía la pena.

-Es una subida corta, unos 2 kilómetros más o menos.- informo mi tía mientras salíamos del coche.
-¿Cómo está el camino?-preguntó mi madre.
- Un buen trozo es asfaltado, no es una subida complicada.- contestó ella.
- Bueno a que estamos esperando. – objete yo.
- Me pido pri.-Chilló Alicia mientras echaba a correr cuesta arriba.
- Ten cuidado.-Le gritó mi madre.
- Creo que sabe cuidarse sola.- le conteste yo.- Y de todas formas ya voy yo detrás suyo.

Como bien había dicho mi tía el primer tramo del camino era una carretera asfaltada por la que había casa y paseantes. Durante todo este tramo había tenido que ir corriendo detrás de Alicia. Porque como se hiciera la más mínima herida las culpas iban a caer sobre mí. Por suerte se detuvo en el primer cruce.

-¿Por donde es?- me preguntó mirando a todas direcciones.
-No sabes leer- le conteste a media voz mientras soltaba las manos de las rodillas y me incorporaba. Me dirigí a uno de los carteles del cruce. – Aquí pone que la cima está a un kilometro hacía allí.-Le dije mientras señalaba el mismo camino que el cartel.
- Pues vamos ¿no?-me dijo ella mientras se encaminaba otra vez a andar.
- Tenemos que esperar al resto.-le dije esperando que me hiciera caso y se detendría, la verdad es que con el ritmo que llevaba Alicia habíamos dejado al resto muy atrás. Hacía rato que se habían dejado de oír los gritos de precaución de mi madre.
- Pueden tardar una hora en llegar hasta aquí. Vamos o te vas a quedar fría.- Y nada mas decir esto hecho a correr camino arriba.

Me pilló totalmente desprevenida y para cuando quise atraparla ya era demasiado tarde. Apenas un poco mas adelante el camino se volvía dividir en dos y esta vez sin señalización. Supuse que había cogido el camino que seguía recto de lo contrario habría marcas del derrape en la tierra. Me adentre en este intentándome acordarme de cada detalle por si tenía que volver al cruce en caso de haber cogido el camino equivocado. Atrás se había quedado el camino asfaltado lleno de gente que lo transitase. El segundo tramo del camino parecía sacado de un cuento. No había más que arboles, hierbas y un montón de flores silvestres. En la primera curva algo me araño la pierna derecha.

-Mierda.-me dije a mi misma.-Zarzas como no.

Me agache para ver el corte de mi pierna. No era más que un arañazo superficial. Cuando volví a alzar la vista me encontré con un paisaje muy diferente al de un cuento. Una nube había tapado el sol y todo lo que se veían eran las sombras en la oscuridad. Empecé a incomodarme y llame a mi prima con esperanza de hallar alguna respuesta. No era posible que hubiese corrido tanto. Tendría que oírme si la llamaba. Pero Alicia no me respondió en su lugar un aterrador susurro empezó a llamarme por mi nombre.

- Cristal, Cristal, Cristal…- era el cumulo de voces mas aterrador que había oído nunca. La sensación de terror empeoro cuando de entre los arboles salió un escuadrón de sombras como la que había visto en el metro. Se acercaron a mí murmurando cosas que no podía entender. Yo comencé a retroceder sin mirar hacia atrás murmurando.
-No es real. No es real. No puede ser real.- mi voz fue pasando de un susurro casi inaudible a un grito desesperado de socorro. En el momento que una de las sombras me toco y pude notar como su mano fría me agarraba del hombro. Empecé a chillar como no lo había hecho en mí vida. En el instante que aquel grito salió de mi boca sucedió algo que no olvidare fácilmente, algo que seguramente me salvo la vida ese día. En el ese preciso instante la perla de mi medallón se iluminó y libero una onda de energía que volvió a iluminar todo el bosque e hizo que las sombras se marcharan con la oscuridad.

-¡Cristal! ¡Cristal!- me llamó una voz desde detrás de unos matorrales. Pero no era una voz aterradora como la que me acababa de escuchar hacía unos instantes, era la voz inocente de una niña.
- Cristal ¿Por qué gritas?- me preguntó Alicia.
-¿Qué? – le conteste volviendo en mí.
- ¿Que por que estabas gritando?- me repitió ella.
- Ah!- le conteste mientras pensaba algo que tuviera lógica.- He visto un ratón.
-Que exagerada que eres.- se burlo ella.
-Créeme daba mucho miedo.-le dije en tono serió y agarrándome el medallón.

Durante el resto del camino a la cima volví a buscar una explicación a lo que me había pasado, pero no se me ocurrió nada aparte de que me lo había imaginado y no. Había sido muy real. Sabía bien lo que había visto aunque nunca pudiera explicarlo.

Alicia no menciono el incidente del ratón en ningún momento cuando llegaron nuestras madres. Yo supuse que era lo suficiente mente lista como para saber que no me apetecía bromear, solo tenía que tener en cuenta que no había soltado más que monosílabos después del incidente.

-Como habéis corrido.-dijo mi tía cuando nos vio sentadas sobre una piedra en la cima.-No os hemos visto en todo el camino.
-Que pálida estás.- fue lo primero que me dijo mi madre.- ¿Te encuentras bien?
- Si mama, es solo que tengo algo de hambre.- Era absolutamente mentira no me apetecía comer nada en dos semanas.

- Tranquila que enseguida nos vamos a comer.- me contestó ella.

Agradecí en silencio que mi tía dijera que quería que no nos separáramos de ellas a la bajada. Mientras bajábamos conseguí dejar de pensar en las sombras. Y más cuando el resto del día sucedió con normalidad. Pero aquella noche se hizo muy larga y pesada. Las pesadillas en las que un ejército de sombras me atrapaba se repitieron durante toda la noche. En todas ellas por mucho que gritaba nadie me oía. Pero en la realidad Alicia me oyó gritar en sueños durante toda la noche.

-Has estado gritando toda la noche.- me dijo mientras desayunábamos a la mañana siguiente.
-A si, no me acuerdo- le mentí.- Solo sería un mal sueño.
- Daros prisa en prepararos que con el día tan bueno que hace me apetece llegar pronto a la playa.-Nos dijo mi abuela.
-Está bien. –conteste yo.

miércoles, 23 de diciembre de 2009

Capitulo 2: Cambio de aires


-Arriba dormilona. No te pienses que te vas a quedar en la cama hasta las doce solo porque estés de vacaciones.


Las maneras que tiene de despertarme mi madre son de todo menos cuidadosas.

Me aparte el edredón de un golpe y me incorpore encima de la cama nada más oírla alejarse por el pasillo. La experiencia me decía que si no lo hacía ahora me iba a volver a dormir. Me revolví el pelo con una mano, sabía de sobra que no tenía el flequillo sobre la frente. Nunca lo tenía nada más levantarme, era como si le gustara perderse entre el resto del pelo. Me coloqué el medallón bien y lo note muy caliente, tanto que aparte la mano de la impresión. Esto se estaba pasando de raro. Me levante de golpe de la cama y encendí el ordenador de mi escritorio. Mientras se encendía levante la persiana para que entrara luz. Nunca me había sentido del todo a gusto a oscuras, menos cuando era de noche. Me era bastante difícil dormirme con bombillas encendidas dentro de las habitaciones. Me senté en el escritorio apartando un poco las cosas que había tiradas por la mesa. Pensé en poner un poco de música en el ordenador para distraerme antes de volver a hacerme paranoias mentales sombre las sombras y el medallón. Pero antes de que me diera tiempo a que el ordenador terminara de encenderse mi madre irrumpió en mi habitación con cara de pocos amigos.

-¡Que haces en el ordenador a estas horas! Deja de perder el tiempo o llegaremos tarde.
-¿Tarde? ¿Tarde a donde?-pregunte con la misma cara que se le queda a alguien cuando le hablan en un idioma que no entiende.
-A donde va ser Cristal, al dentista. Creo que te lo he repetido treinta veces esta semana. - me dijo suspirando- Prepárate rápido que no me gustaría tener que correr.
-Se me había olvidado completamente. No tardo nada - le conteste mientras me revolvía el pelo con la mano derecha.
-Donde tendrás la cabeza Cristal. –me regaño mientras se marchaba de mi habitación.

Cerré la puerta y empecé a vestirme. No tarde demasiado y como de costumbre al final la tuve que esperar yo a ella. Aproveche para ponerme los cascos un rato y escuchar música mientras andaba un poco por Internet.

Cuando ya me estaba empezando a aburrir delante de la pantalla me llamó mi madre en señal de que ya nos íbamos. Apague el ordenador y salí de la habitación todavía con los cascos puestos. Solía llevarlos puestos por la calle para escuchar la radio o la música que tenía grabada en el mp4.

De casa al dentista hay apenas unos diez minutos andando a buen paso, pero como cada vez que voy con mi madre mi paso se ralentiza. Estuvimos allí en unos veinte.

La revisión fue muy rápida solo me cambiaron el alambre de la ortodoncia. A sí que antes de las doce ya estaba en casa preparando la maleta para irme con mi abuela y mi prima a aburrirme quince días en un pueblo sin amigos, tecnología, ni tiendas. Suspire mientras metía en la maleta lo que serian mi entretenimiento los próximos días. Una colección de libros que seguramente no me daría tiempo a leer, pero aún así los metí todos no vaya a ser como el año pasado que no había ni televisión.

Mi maleta azul no era todo lo grande que me hubiera gustado que fuera. Si hubiese sido por mí me hubiese llevado todo el armario, porque soy de esa clase de personas que luego echan de menos todo lo que se han dejado. Pero mi madre interfirió rápidamente al ver lo que tenía intenciones de llevarme conmigo. Quito casi todo de manera que solo llevara lo imprescindible.

Mientras salía de la habitación con la maleta ya en la mano dirigí una mirada nostálgica a mi habitación medio vacía. Como iba a echar de menos a casi todas las cosas que había en esa habitación. Resople ruidosamente mientras entornaba los ojos. Cerré la puerta y salí de la casa.

El viaje en tren fue largo, por suerte tenía mi música y había espacio suficiente para las maletas. Al mirar por la ventana me alegre de que se viera el exterior y no un reflejo como en el metro, no me apetecía demasiado volver a mirar un reflejo en un tiempo.

El paisaje que se filtraba por la ventana era de lo más espléndido, verdes montes y bosques rodeaban pequeños pueblecitos, como una madre estrecha entre sus brazos a un hijo en un signo protector. Lo malo era que debido a la niebla que lo rodeaba todo este signo se volvía algo terrorífico.

Cuando la voz del tren anuncio la anteúltima parada un escalofrío recorrió toda mi espina dorsal. Tenía un mal presentimiento sobre los próximos días.

La casa estaba situada en una de las calles más transitadas del pueblo.

-Es esta- me dijo mi madre señalando un portal medio escondido junto a una farmacia. Le asentí con la cabeza y mientras miraba de arriba a abajo el edificio de unas cinco plantas, me lleve la mano instintivamente al medallón. En los últimos días había adquirido la extraña costumbre de agarrar mi medallón de forma instintiva cada vez que algo no me gustaba del todo.
-Es el segundo piso-continuo explicándome mi madre.- Coge la maleta y sube que tu prima te está esperando.

Al llegar al segundo piso me encontré la puerta abierta, pero nadie en ella para recibirme. Asome la cabeza por la puerta y grite:

-¿Hola?
-Ya habéis tardado en subir, os he visto desde el balcón, habéis llegado al portal hace más de diez minutos - contesto una voz entre divertida y enfadada.

Era mi prima Alicia. Mi única compañía durante los próximos quince días exceptuando a mi abuela. Lo cual no era muy alentador sabiendo que Alicia tiene únicamente 12 años y yo quince. Y lo único que ella pudiese tener en la cabeza no serian más que tonterías.

Aparentemente era una chiquilla de lo más alegre y traviesa. Capaz de divertirse con cualquier cosa. A veces la envidia por ello.

-¿Pero te vas a quedar en la puerta?- Esta vez la voz que se oía detrás de mí, era la de mi madre.
-Ya voy- le conteste mientras aupaba la maleta dentro de la casa con cara de esfuerzo.

- Es que la puerta estaba abierta y no parecía haber nadie dentro- dije tratando de explicar la razón por la cual me había detenido ante una puerta abierta que me invitaba a entrar dentro.
- Os he estado esperando en un umbral, pero me he cansado después de los primeros cinco minutos y me he ido a ver la tele- me replico Alicia que se había acercado al recibidor para darnos la bienvenida.
-Como es que sigues en pijama- le regaño mi madre- Es que no tienes pensado salir hoy a la calle con el día tan bueno que hace.
-Sí, pero os estaba esperando. ¿Cómo si no pretendíais abrir la puerta?- Contesto Alicia malhumorada, como si hubiese puesto en entredicho su lugar en el mundo.
-¿No está la abuela?- le pregunte confundida
- No- me contesto algo más calmada- ha salido a comprar el pan y el periódico.
- Tu habitación es la primera puerta de la izquierda- me señalo mi madre cortando la conversación.

Me dirigí a la puerta señalada arrastrando la maleta detrás de mí.

En cuanto entre en la habitación mi prima empezó a revolotear detrás de mí. Supuse que mi cama era la de la izquierda ya que la otra estaba llena de cosas de Alicia y la mesilla ocupada.

-Saca el neceser y las cosas que vayas a meter en los cajones de la mesilla. Todo lo que sea para colgar dámelo a mí que lo coloco en el armario de la habitación de la abuela.- me dijo mi madre mientras se asomaba por el umbral de la puerta antes de volver a marcharse.

Resople ruidosamente. Odiaba hacer y deshacer maletas. Me senté en mi cama para comenzar a sacar las cosas. Nada más sentarme pude comprobar que el colchón se hundía bastante. Menos mal que no me he tirado en plancha.

Termine rápido con el asunto de la maleta y me puse a investigar la casa. Nada más entrar a la izquierda estaba el baño, me encantaba la cortina de la ducha era blanca con un montón de puntos de colores.

Frente la puerta de la entrada se encontraba la cocina, espaciosa con una mesa y sillas. Después de mi habitación y de la de Alicia la siguiente puerta era la del salón. A través del cual se daban a otras dos estancias. Una de ellas era una habitación con una cama de matrimonio y una cómoda. Y la otra era una pequeña terraza o balcón. Junto a la puerta del salón, a la derecha, estaba otra habitación al igual que la mía, con dos camas. Esta era la habitación del armario. Un armario grande de madera oscura.

-¿Qué te parece la casa?-me pregunto mi madre
-Es más grande que la del año pasado.
-Creo que si-me contestó.-No la he medido.
-Por lo menos tiene más habitaciones.
-Eso sí que es verdad.
-Yo prefería el jardín del año pasado, aun que hubiese menos habitaciones- añadió Alicia desde la puerta.

Los primeros días fueron muy rutinarios. Si hacia buen tiempo íbamos a la playa a tomar el sol, si no, nos quedábamos en casa o bien salíamos a dar un paseo por el puerto. Pero pronto las cosas empezaron a cambiar.

martes, 22 de diciembre de 2009

Capitulo 1: El metro


13-7-09


Faltaban apenas quince días para que me fuera de vacaciones. Mientras tanto iba a estar en un pueblecito costero con mi abuela y mi prima.

Pero en ese mismo momento estaba sentada en un vagón del metro de Bilbao, mi ciudad. En el asiento junto a la ventanilla mirando a infinito.

Los cristales del metro siempre me han resultado de lo más fascinantes, cuando el metro pasa por un túnel se convierten en espejos. Bueno, pues aquí estoy yo mirando mi reflejo en la ventana. El reflejo de una chica de quince años. Delgada, de piel fuertemente bronceada por el sol. Con ojos de color chocolate y con el pelo cortado a la altura de la barbilla, este ultimo también de un intenso color oscuro.

De repente algo captó mi atención en el cristal de la ventanilla de enfrente. Entrecerré los ojos para fijarme mejor en el cristal aparentemente normal. Cualquier persona normal no habría visto nada en aquella ventanilla porque nadie se queda mas de dos minutos mirando el reflejo de un cristal negro, pero yo lo hice. Y pude ver como una sombra lo atravesaba . Apenas podía diferenciarse del resto del cristal, pero fue suficiente para conseguir que parpadeara de incredulidad y me sobresaltara levemente.

Cuando volví a mirar se había desvanecido y no pude evitar pensar que había visto demasiadas películas.

De pronto un grito me devolvió a la realidad.

-Cristal. Venga, hemos llegado. Quítate los cascos y levántate. – me dijo mi madre con cara de habérmelo repetido unas cuantas veces. La gente solía decir que nos parecíamos, yo no lo había pensado nunca demasiado.

Me quite los cascos blancos del mp4, me había quedado atontada oyendo la radio. Me los tuve que desenredar del medallón que llevaba colgado al cuello. Me encantaba ese medallón, me lo acababa de comprar en el pueblo al que había ido con un campamento a principios de julio. Lo note extraño al pasarle la mano por encima. Como si la pequeña perla que creaba el eclipse estuviera mas caliente de lo normal.

-Cristal, que haces se te va a cerrar la puerta.
- Voy.- dije mientras soltaba el colgante y saltaba al andén.

Mientras subía las escaleras del metro aún enrollando los cascos del mp4. No podía quitarme de la cabeza la escena de la sombra saliendo del cristal. Pero para cuando llegue a casa ya me había olvidado completamente del tema. Después de todo ver a una extraña sombra salir de una ventanilla no tiene ningún fundamento. Ni siquiera para una persona tan fantasiosa como yo

Introducción:

Hola, me llamo Cristal y quiero daros un consejo. Si sois de los que deseáis que vuestra vida se llene de magia. Os recomiendo que dejéis de hacerlo.
Una vida llena de magia puede ser el peor de los castigos.
No me creéis. Tampoco me sorprende, pero tal vez si os cuento lo que me paso a mí os podáis salvar vosotros y daros cuenta de que ser normal es algo mas valioso de lo que parece.